domingo, 14 de diciembre de 2014

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Viene y va, respira mi aliento y abre las alas.
Casi.
No ha llegado el momento, de que ese ángel del infierno me lleve consigo.
Ese ángel del infierno más profundo, del que me enamoré cuando apenas sabía lo que era amar,
pobre de mi, experimentando con la rosa con más espinas.
Ven, que te corte las alas, y manche de alientos esta habitación, pues si yo no vuelo,
no dejaré a nadie más volar.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Carta al Tiempo

Hoy te imploro, que a mañana mi alma quiere llegar.
Mañana te pido que no vuelvas a llegar.
No te deseo, estropeas todo lugar por donde pasas, marchitas las vidas, así como mis hojas, mis flores, y mi mente.
Deja de acosarme, y de marcarme siempre un punto en el que dejar de ser quien era para ser alguien que ideaste tú.
Deja de poner siempre un limite, no quiero cumplirlo.
O tal vez sí. Déjame llegar a un acuerdo.
Deja en paz a quien quiero, no me les quites. Quítame solo a mí.
Que no ves cuán cruel eres, que de mi lado los quieres llevar.
Déjame que no piense más, déjame dormir, que si no te gusta el trato ya me apañaré.
Déjame soñar que algún día no me asustarás.
Porque me asustas, tiempo.
Me das miedo, o tal vez pánico.
Ojalá algún día me dejes de perseguir.
Ojalá algún día dejes de recordarme que persigues a todo a quien quiero proteger de ti, y de todo.
Ojalá, tiempo.
Pero por el momento, deja de ahogarme, que tuve bastante esta noche.
Vuelves a ganarme, pero porque solo el más dolido podría burlarte.
Hasta mañana la noche, pues.
Cordialmente y ahogada,
            
                                esta chica que llora en la cama.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Corazón maleducado

Creo que vomité el corazón hace algún tiempo, y desde entonces no siento más que la respiración de las flores.
Qué culpa tenía él, la gente decía tantas cosas falsas, que me las acabé creyendo, y me desenamoré.
Decían que servía para amar, y ni si quiera explicaban qué era aquello.
Decían que servía para reír, pero a mi me daba miedo.
Decían que él se enteraba de todo y yo no quería que supiese mis secretos.
De vez en cuando se enfadaba, y me hacía llorar. Me cortaba la respiración, estoy segura de que me quería matar.
A veces mi cabeza intentaba frenarle, pocas veces lo conseguía.
Todos le teníamos miedo. Era mío pero yo no quería que lo fuese. Ojalá nunca hubiese crecido conmigo.
Él sabía cuándo le mentía.
A veces era bueno conmigo, me hacía volar unos minutos, para que no me viniese abajo. Levantaba todo mi peso.
Pero tranquilos, no le echo de menos. Cuando no tienes corazón, no sientes nada.
Las flores respiran bien. Ellas nunca tuvieron corazón. 
Son mis amigas, a veces coronan mi cabeza, y su murmullo tapa los lamentos de mi cabeza, ella dice que nunca debí haberle vomitado.
Lo que ella no sabe, es que le tengo ahogado en un jarrón de flores, por si algún día se arrepiente. 

sábado, 22 de noviembre de 2014

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Cerró los ojos, subió la música. 
Se metió las manos en los bolsillos, y dio cincuenta pasos, contados, en contra del viento helado.
Pisó fuerte sobre la escarcha, ya no temía que se rompiese en mil pedazos haciéndola caer y ahogarse. 
Ahora lo buscaba.
Se desató la trenza donde solía llevar enredadas sus preocupaciones, entre flores, y las dejó volar.
Sus labios rojos no pegaban con el mundo que la rodeaba. Dio cincuenta pasos.
Empujó hasta enterrar en el suelo lo que antes la había estado ahogando, y se rió de su ingenuidad.
Sintió ganas de correr, ganas de besar, ganas de reír, ganas de contar, ganas de conocer, ganas de dar cincuenta pasos.
Abrió la boca y de ella brotó una flor roja hasta el cielo, plagada de espinas que raspaban su garganta y la hacía sangrar.
Y todo se tiñó de escarlata, y de cincuenta pétalos, y de incontables espinas.
Y una risa melódica salió, de la nueva flor, hermosa, así como peligrosa.

viernes, 24 de octubre de 2014

Día de llanto

Miró por la ventana, húmeda.  
Las nubes negras se acercaban, llorando, porque nadie las quería.
Las ramas verdes pesaban, de nostalgia.
La tierra empapada atrapaba a cualquiera que intentase pasar por encima, manchando de recuerdos de años pasados.
El lago atrapaba las lágrimas y reflejaba el llanto, de la tristeza de un día lluvioso.
Los caminos borrosos ya no querían marcar la senda a seguir.
Las hojas marrones eran humilladas y caladas en un suelo húmedo.
Pero a ella le daba igual mojarse de llanto,
respirar la nostalgia,
no le importaba mancharse de recuerdos.
Quería acompañar a ese lago paciente,
y trazar nuevos caminos.
Quería recoger hojas y limpiarlas de vergüenza, para que volviesen a brillar.
Y cada día de lluvia, salía a empaparse de llanto y a llorar, felicidad.

domingo, 31 de agosto de 2014

Cuando llegue Otoño

Y de repente miras al cielo un día como otro cualquiera,
y los colores se han vuelto más nítidos.
El verde es más verde,
y el azul del cielo hace que quieras saber qué hay más allá, detrás de las nubes blancas que poco a poco se colocan en ese hueco que queda en el ramaje de los árboles que llevan ahí tanto tiempo,
que han crecido contigo y nunca has parado a observar;
sientes la humedad de miles de tormentas en esos troncos de leña.
Un día como otro cualquiera miras al cielo y las luces son más brillantes,
ya no son tan oscuras,
y sientes que por una vez el otoño estará menos marchito.

domingo, 17 de agosto de 2014

XVI

Se apoyó en el muro de piedra, poniéndose de puntillas.
Era un muro alto, incluso para ella. Contempló, sólo había una profunda extensión de mar.
Había zonas más claras de azul, tirando a verdoso, y luego otras zonas azul muy oscuro. Pero de todas maneras, se veía bastante el fondo, el agua estaba limpia.
Se quedó pensativa, mirando tan fijamente el océano que cualquiera diría que el color se plasmó en sus ojos. No quería volver. No, allí de donde venía no pensaba que fuera a ser bienvenida. ¿Qué había hecho, pues? Nada. Pero tenía miedo de volver.
Volver implicaba volver a estar sola, volver a ser invisible, volver a extrañar por amor, volver a llorar.
Ella quería quedarse allí donde el horizonte no dejaba de crecer y crecer, más azul cada vez. Se dió cuenta de que estaba haciendo mucha fuerza al apoyarse y se estaba haciendo arañazos en sus brazos.
Volvió a posar sus manoletinas en tierra firme, se sacudió el vestido y se tocó la cabeza para colocarse el sombrero... que no estaba. Se acercó corriendo al muro otra vez, pegando saltos para ver por encima. Intentó tranquilizarse y volvió a ponerse de puntillas. Y allí estaba, su sombrero blanco de ala, con flores de encaje, navegando cual velero, alejándose hacia el horizonte, como le hubiese gustado hacer a ella.
Sonrió levemente mientras miraba su sombrero alejarse.
-¡Es una pena! -gritó una voz grave, asustándola de tal manera que en sus prisas por bajar de aquel muro se araño haciendo sangrar sus anteriores heridas.-Le hacía muy bonita, el sombrero.
La voz venía de un chico, un poco mayor que ella, uno o dos años. Su pelo liso negro se rizaba levemente en sus sienes y su nuca, debido a la humedad.
Sus ojos grises recordaban al cielo encapotado de nubes. Con una sonrisa pícara, el chico se quedó observando las heridas.
-Perdone -dijo ella- una dama no debería haberse alzado al muro. Tendré que volver a vestir guantes por una temporada.
El chico rió y se sonrojó mientras la miraba.
-A mi también me gusta observar el mar desde aquí, pero el muro es mas alto de lo que uno piensa viéndolo a simple vista. -dicho esto se subió las mangas de la camisa, y mostró las mismas heridas que ella se había hecho.
Levantó la mirada y ella consiguió ver en esos ojos grises el mismo miedo y la misma soledad que ella sentía. Pero su padre se había alejado, debía ir antes de que se enfadase.
-Debo marchar. Ha sido un placer conocerle señor...
-Le diré mi nombre la siguiente vez que la vea, señorita.
 Se agachó, le besó la mano y se fue caminando, dándole la espalda.
Ojalá pudiese haber una siguiente vez, señor. pensó, y se alejó, medio corriendo, levantando las faldas de su vestido.

jueves, 14 de agosto de 2014

Pesadilla

Y en ese momento, con la música de los recuerdos de fondo, te resbalas por la pared, hasta caer de cuclillas en aquella esquina de melancolía, de extraños que una vez fueron queridos. 
Te aprietas la cara con la mano, como si eso fuese a parar que las lágrimas salgan disparadas, y que los gritos no huyan con angustia de tu garganta. 
La vergüenza y el temor que siempre se hallaron en un rincón en tu interior, existen más que nunca. Dicen que el amor es lo más bonito de todo, y así debe de ser, dado que cuando termina o se debilita, duele que se vaya, duele tanto... tanto que no te importaría saltar de un precipicio a las rocas más puntiagudas y desgastadas. 
Y el mundo sigue, a tu alrededor, nada ni nadie ha cambiado, tu corazón es el único que ha sido ocho veces apuñalado, pero eso nadie lo ve. 
Los colores de un mundo alegre se convierten en las flores mustias y grises del primer día de invierno, así como tú. 
Y los recuerdos, amor, los recuerdos que solo dos personas conocen, empiezan a surgir en tu memoria tan plenos como si te hallases en ellos; tan plenos porque tal vez ya solo tú tengas acceso a ellos. Pero te recuerdan que si esa es tu razón de mantenerte en pie, joder, lucha por traerla de vuelta. 
Levántate, y aunque las lágrimas no cesen, grítale que todo por lo que viviste está en frente de ti, y agradécele, que te haya sacado sonrisas hasta el punto de ya no poder darte más. 

Y te levantas de golpe, y miras a tu alrededor. Otra pesadilla, otro desamor. 
Pero cuando sales por la puerta, alguien te abraza por detrás, un beso, en la nuca, que hace que agradezcas que todo fuese un sueño, y que esa vergüenza y ese temor, vuelvan a ese pequeño rincón en tu interior.

sábado, 12 de julio de 2014

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Llegó y se sentó en aquel viejo banco de madera podrida. 
El color era un marrón pobre, descolorido por el efecto del sol, la lluvia, las heladas del invierno y tal vez las calurosas tardes de verano. Olía a madera mojada, o a humedad, como la gente diría. 
Estaba quebrado en algunas partes, dejando grandes y pequeñas astillas sueltas, y de entre los huecos salía una especie de musgo fino, y verde.
Aquel banco estaba escondido de una manera en la cual quién estaba sentado en él, lo veía todo sin ser visto.
Era, por así decirlo, ese mirador del parque. Estaba marginado, metido en medio de un bosque de acacias, robles y sauces antiguos, sepultado entre sus ramas y grandes hojas. Las ortigas y las zarzas se amontonaban justo un metro por delante de él.
Parecía como el típico niño escondiéndose el día en que había que ponerse vacunas en el colegio, por miedo a las agujas.
Mientras todos los bancos habían sido renovados y pintados, colocados delicadamente en cada zona de jardín más cuidado; él había permanecido en aquel rincón salvaje del parque que nadie parecía ver, ni advertir que estaba allí.
Y por eso, era su favorito.
Se sentó y observó por los huecos entre las zarzas y ortigas la vida en el parque. Vio familias con niños pequeños, paseando y jugando en los columpios. Los padres, sentados en los bancos, bebiendo y riendo, contándose unos a otros las anécdotas que habían vivido esa mañana en el trabajo; mientras, los niños hacían carreras para ver quién se balanceaba más alto, y llamando a gritos a esos padres para que viesen lo alto que llegaban, ese gran logro del que se enorgullecían; sin que estos les dirigiesen una mísera mirada.
Vio parejas, tiradas en el césped, besándose y jurándose la eternidad el uno al otro. Ingenuos.
Vio personas con tres o cuatro perros, jugando a lanzar la pelota, y peleando con otros perros.
Vio a gente solitaria que únicamente estaba de paso. Siempre es mejor cruzar la ciudad por el parque, que no al lado de la carretera.
Y también, vio a grupos de adolescentes, tirados por el césped, hablando, fumando, riendo. 
Parecía fácil, llegar y sentarse a su lado, ponerse a hablar, y encajar.
Pero bien sabía que no lo era. Si no, no estaría espiando sola, desde aquel banco escondido. 
¿Era posible no conocerse a uno mismo? Ella no se conocía. ¿Qué la gustaba? Absolutamente todo, o absolutamente nada.
Tampoco sentía que nadie se preocupase por descubrirlo con ella. A lo mejor no existía.
"Porque, si no hay nadie en el mundo a quién le importes, ¿realmente existes?".

sábado, 5 de julio de 2014

""

Días de felicidad, 
días de humor,
días de risas, 
días de conformidad, 
días de tristeza, 
días de llantos, 
días de lágrimas, de sollozos, 
días de gritos, 
días de vida, 
días de muerte, 
días de suicidio, 
días de recuerdos, 
días de oscuridad, 
días de luz, 
días de mentiras, 
días de disculpas, 
días de perdones, 
días de sonrisas, 
                                    
              días de amor.

sábado, 7 de junio de 2014

Y el sable del miedo, atravesó mi soledad.
El veneno del miedo, mató mi esperanza.
Y a través de las ventanas de mi cara, pude ver pasar la realidad.
Los kilómetros de la distancia, se clavaban como espinas en mi alma.
Y con desesperación, me hacía surcos en la cara,
para poder correr mis lágrimas.

jueves, 5 de junio de 2014

Y como siempre, los que piden un hueco luego lo dejan vacío. 
Los que piden que des, luego dejan caer tus regalos. 
Los que dicen que estés, luego siempre faltan. 
Vivo cansada de los enfados, las críticas, la falta, la soledad; vivo cansada del amor que lo único para lo que sirve es para llorar por si algún día nos falta. 
Vivo cansada, de los sentimientos, de las personas, de las falsas sonrisas, de la nueva vida. 
Vivo cansada del dinero, ese que falta; y de este país, de todos los países. 
Vivo cansada de la vida misma, de la gente, de no saber hacer nada, de ser una persona a la que nadie echa de menos. 
Vivo cansada de mi pasado, de mi presente y de mi futuro, de este futuro de mierda que me depara, cargada de obligaciones antepuestas a mis propias necesidades, ese futuro de no ser nada ni nadie importante, ese futuro solitario y asqueroso, de ilusiones muertas, de deseos y corazones rotos. 
Vivo cansada de andar con gente a mi lado y sentirme como si andase sola entre un bosque de espinas que a la vista parece hermoso. 
Vivo cansada de llorar, de que nada cambie, de que mi mente no deje que cambie. 
Vivo cansada de encontrarme sola y no saber donde gritar sin que nadie me oiga y me digan que no tengo motivos.

martes, 20 de mayo de 2014

'Y allí los dos, subidos en la roca más alta y más puntiaguda; la roca desde dónde se podían admirar las mejores vistas, pero la cual al escalar arañaba la piel de las manos.
"El amor" dijo él, y ella sonrió sin apenas comprender.
Y pasaron las nubes, por encima de sus cabezas, mientras el agua salada salpicaba sus rostros.
"¿Por qué se van? ¿No echarán de menos a sus padres?"
"Claro que sí, qué cosas tienes. Claro que les echarán en falta, pero ellas quieren viajar y cumplir sus sueños, igual que tú, y que yo."
"¿Y sus recuerdos?"
"No se borrarán, siempre quedan. Seguro que los llevan en la maleta."
"Es verdad. Mira, esa nube lleva una maleta muy grande."
"Seguro que ha estado enamorada."
Observaron una ola que se aproximaba a su roca.
La ola, con elegancia, rompió llenando de espuma de nieve esa roca alta y afilada; para luego bucear hasta el fondo del mar.
"¿Y ella?"
"Era bella, pero ahora está rota."
"¿Y nadie la recordará?"
"Seguro que alguien."
Y le puso su nombre a la ola que se ahogó en el mar, para que supiese que ese recuerdo allí estaba encerrado; para que cuando la viese, se acordase para siempre.'

domingo, 4 de mayo de 2014

Huir

Impotencia. Frustración. Saber que no puedes hacer nada por remediar eso que tanto te preocupa o te molesta. Odio. 
Y cuando ya no puedes más, sabes que tienes que hacerlo. 
Escribes un mensaje en el que explicas el por qué, y te despides. Tienes lágrimas en los ojos. Pero tienes que hacerlo. 
Coges tu mochila, esa que más quieres, esa con tantos años y tantos recuerdos. 
Metes lo absolutamente indispensable y necesario. Tu perfume favorito, tu sudadera más grande, tus ahorros de una vida, tu libro preferido. 
Te vistes corriendo sin dejar de llorar. Abres la puerta y sales corriendo. 
Atraviesas todas las calles, todos los descampados, las plazuelas, y sigues las carreteras. Pasas corriendo delante de todas las tiendas, la gente y el alboroto del que alguna vez te sentiste parte. 
Sigues corriendo y allí ves esa carretera sin investigar. Esa carretera abandonada, destrozada, metida en un bosque. Empiezas a caminar. Miras atrás, pero aunque duela, sigues. 
El teléfono suena pero tu no lo coges. 
Sigues caminando, una hora, dos. 
En frente hay una persona. 
Continúas. 
Le observas... y con lágrimas en los ojos corres a abrazarle. 
'No vas a conseguir llevarme de vuelta. No quiero volver más. Me voy.' 
'No vengo para hacerte volver. Vengo para huir contigo.' 


Y entonces, despiertas. Una vez más, no consigues huir de esta mierda.

sábado, 12 de abril de 2014

Balancín

Se levantó con un dolor de cabeza increíble. 
Se tocó la frente. Estaba ardiendo. Seguramente tuviese fiebre. 
Sentía que ardía, así que se quitó de encima todas las mantas y edredones, recogió del suelo la toalla fría, que se debió de caer cuando al fin se quedó dormida, y abrió las ventanas de su cuarto. 
Cogió su cojín en forma de corazón y bajó al jardín. Se tumbó en el balancín y se colocó la toalla en la frente. 
Corrió brisa y sintió un tremendo alivio. Al menos allí se estaba fresquito. 
Cerró los ojos y escuchó. 
Los pájaros cantaban. El viento hacía que los árboles murmullasen moviendo sus grandes ramas. A lo lejos se escuchaban los coches corriendo por una pequeña carretera que conducía al pueblo. 
Y luego, se oía el chirrido que producía al moverse ese viejo balancín. 
Tenía ya 10 años, que aunque no parezca mucho, lo es para un balancín que aguantaba estar al más caliente sol del verano, y a las más frías nevadas del invierno. 
Siempre que estaba mal, o necesitaba pensar, se acurrucaba en el viejo balancín del jardín. 
Sintió como le daba el sol en los ojos. Los abrió y admiró el paisaje verde y soleado. 
Hacía demasiado frío ya. No quería ponerse peor. 
Se levantó del balancín y se metió en casa.

lunes, 7 de abril de 2014

Quien me quiera, se arriesga

Me gusta pasar por los puentes más altos, mientras la gente grita y camina deprisa; por el cual debajo pasen los coches más rápidos y los camiones más grandes, para sentirme arroyada sin haberlo sido. 
Me gusta escalar a los lugares más altos y ver el mundo en pequeño. 
Soy de las que gritan y lo pasan mal en las películas de miedo pero siempre sería la primera en investigar esos caserones abandonados. 
Me gusta cruzar la carretera en el último momento sin mirar. 
Me gusta coger mi mundo de la mano y huir corriendo a otro lugar. 
Quiero ser una persona sin sentimientos a la vez que quiero ser esa persona que lucha por cambiar pensamientos. 
Soy esa que ve a un extraño llorar y no dudaría en acercarse a ayudar, y cuando esta triste ella misma no deja a nadie acercar. 
Soy esa persona cabezota y complicada, soñadora e ilusionada. 
Soy esa chica que a cada paso que da le tiran una piedra a los pies, y en vez de pasarla, la recoge y la guarda. 
Soy esa chica que adora los héroes y la magia, que cree en los mundos de fantasía y las ciudades ficticias.
Soy esa chica que relaciona todo lo que pasa a su alrededor con su vida misma. 
Soy la chica de los mil deseos, y la gran vagancia. 
Soy esa chica que come por diez y luego quisiera estar delgada. 
Soy esa chica que no puede ver caracoles aplastados sin tener ganas de matar a quien lo haya hecho.
Soy esa chica que lo único que necesita es que alguien la vigile, la cuide, la mime y la quiera. 
Soy esa chica que va escribiendo lo que piensa por la calle sin fijarse en nada. 
Esa chica que en vez de hablar, escribe. 
Porque nunca le salen las palabras.

domingo, 6 de abril de 2014

Se puso de puntillas y le besó. Despacio, rozó sus labios con los suyos. 
En seguida sintió su calor, su vida, su fuerza, su sonrisa. 
No tenía palabras suficientes para explicar lo que sus besos le hacían sentir. 
En serio, no tenía. 
Entonces él la pegó a la pared y la besó más fuerte. 
Y una vez más, mientras sonreía ante esa felicidad, una parte de su mente lloró. 
Lloró por el miedo de perderle.

domingo, 30 de marzo de 2014

Cafetería

Entró por la puerta. Levantó la cabeza y observó. Habría como mucho cinco mesas pequeñas, distribuidas y luego una barra. 
El camarero estaba haciendo café. Adoraba el olor a café por las mañanas. Por la gran puerta y las ventanas entraba la luz del sol de la mañana. A sus pies, se veía su sombra, alargada. Se fijó en que las pocas miradas de aquella cafetería se dirigían a ella. 
Normal, era un día frío y llevaba un rato parada con la puerta abierta, mirando si habría alguna mesa libre, y entraba el frío. Entró del todo y se quedó a un lado; las miradas volvieron a donde estaban en un origen. Localizó una mesa libre en la esquina más oscura. 
Se dirigió hacia ella, apoyó su mochila en la mesa y se sentó despacio, observando a la gente de su alrededor. Este año era nueva en ese colegio. Nunca llegaba a las primeras horas. No le interesaba ninguna de las asignaturas que tenía. Siempre venía a observar a la gente a esa cafetería. Aún no había conocido a mucha gente, pero tampoco tenía ganas. Esta vez quería vigilar sus amistades, sus compañías. 
Mientras escuchaba música con sus cascos observó. En una mesa se reía alto un grupo, del bachillerato de artes. Todos vestían de negro. Los chicos con melenas oscuras, piercings, dilataciones. Le llamó la atención. Todos con chaquetas de cuero, negras, con guantes en el dorso dibujadas manos de esqueleto. 
Dos chicas menudas, con pelo a media melena. Ambas llevaban gafas. Una de ellas llevaba un gorro negro, y tenía una voz chillona. Se reía con lo que decía un chico grande, con la melena recogida en una coleta. De vez en cuando el chico de la coleta miraba en su dirección. 
Se apartó un mechón castaño que le cayó sobre los ojos y dirigió rápidamente la mirada hacia el libro que estaba leyendo y que había sacado rápidamente, "La llamada de las hadas" de Conan Doyle. Lo leería mil veces y no se cansaría. 
Miró hacia otra mesa. Una pareja. Él era guapo. La chica no. Pero su sonrisa era bonita. Su risa cuando él le gastaba bromas era como una suave melodía. Se sonreían entre beso y beso, caricia y caricia. 
En una mesa alejada tres chicas miraban hacia la pareja. Tampoco eran guapas. No sabía. Iban tan maquilladas que no se distinguía. Dos morenas y una rubia. Miraban la pareja con recelo, la comentaban y se reían. Odiaba la gente de ese tipo. 
En la cuarta mesa estaba sentada un chico de profundos ojos azules, estudiando. 
Para cuando volvió la vista a su libro, estaba tocando el timbre que marcaba el final de la primera hora. Los de artes se levantaron, las chicas de pelo corto fueron a otra mesa en la que se empezaban a sentar nuevas personas. El chico de la coleta se había ido fuera a hablar por teléfono hace un rato, y seguía allí, dando vueltas y discutiendo. Quedaban dos chicos en la mesa que hablaban mientras recogían. Uno de melena ondulada y negra, y cara de niño recogió del suelo su mochila y su carpeta de dibujo, le chocó al otro chico y se fue a clase. 
La pareja se daba besos. El chico le dio un profundo beso en la mejilla, luego esta se fue a clase por la puerta de dentro. El muchacho se reunió con las tres chicas de la otra mesa. Ellas se rieron y le hicieron muecas, pero él las ignoró y salió de la cafetería con una sonrisa. 
Mientras tanto, ella guardó el libro, cerró la mochila. Cuando levantó la vista sorprendió al chico de los ojos azules recogiendo rápidamente. Este levantó la vista y la sonrío. Luego salió de la cafetería con el libro en sus manos. Lo que tenía en sus manos no era un libro de estudio. 
Era "La llegada de las hadas", de Conan Doyle.

jueves, 27 de marzo de 2014

"La Busca" (PÍO BAROJA)

"Frente a la puerta de la vivienda, en un raso de tierra apisonado, se levantaba un Tío Vivo, rodeado de una valla bajita, octogonal, en cuyos palitroques podridos por la acción de la humedad y del calor, se conservaban algunos restos de pintura azul.
Aquellos probres caballos de tío vivo, pintados de rojo, ofrecían a las miradas del espectador indiferente el más cómico y al mismo tiempo el más lamentable de los aspectos; uno de los corceles, desteñido, presentaba color indefinible; otro debió de olvidar una de sus patas en su veloz carrera; algunos de ellos, en postura elegantemente incómoda, simbolizaban la tristeza humilde y la modestia honrada del buen gusto.
Al lado del Tío Vivo se levantaba un caballete formado por dos trípodes, sobre los cuales se apoyaba una viga, cuyos ganchos servían para colgar columpios."

martes, 25 de marzo de 2014

Esa chica, ¿la ves?

¿Véis a esa chica? Esa que ahora mismo está sonriendo, ¿la véis?
Está feliz. En este momento, está feliz.
Es una chica normal, no es de esas chicas perfectas. Inteligentes, guapas, divertidas, fiesteras, sonrientes. Felices.
No, no es de ese tipo.
Tampoco es de ese tipo de chicas a las que todo les va mal, de esas chicas que no tienen amigos, de esas chicas que nadie quiere aceptar.
Es más bien un punto medio, pero no está cómoda. No siempre. No sabe. No tiene ni idea, de nada.
Su cabeza es un océano de pensamientos, positivos, negativos; felices, tristes; de placer, de dolor; de sonrisas y lágrimas.
¿Sabéis qué? Esa chica se siente sola. Siente que nadie la entiende. Que no puede contar con nadie.
Siempre será esa chica, la que, digamos no es necesaria.
Es una chica comodín. En todos sus aspectos.
Es un punto medio. La gente la quiere pero siempre hay alguien más por encima.
Ella nunca es la primera pero tampoco es la última.
Siente que no tiene identidad, eso es raro ¿no?
No sé. Todo el mundo sabe quién es, ¿verdad? Sabes qué te gusta, qué no.
Sabes qué quieres hacer. Tienes claro que vives para algo. Ella no.
Ella ya no es una niña. Ni le gustaría serlo. De hecho, querría ser más mayor.
Esa chica es de las que sienten demasiado. Las que sienten la alegría hasta llorar y la tristeza hasta desear morir.
Esa chica está enamorada, y por lo tanto asustada.
También tiene miedo a la soledad. Miedo a perder a la gente a la que quiere. Miedo a no poder cumplir sus sueños. Miedo a que la vida pase muy despacio, o muy deprisa.
Es una chica confusa. Se preocupa demasiado por las cosas, y cuando no tiene por qué preocuparse, se pone a pensar en más cosas preocupantes.
Es de esas chicas que no se le da bien nada. No sabe cantar, no sabe escribir, no sabe dibujar, no sabe hacer nada especial.
Es una chica celosa, pero no de esas chicas celosas que luchan con uñas y garras por lo que quieren. Es de esas chicas celosas que se van alejando, hasta meterse en un rincón a llorar, hasta desaparecer y dejar de incordiar en la vida de alguien que ya no la prefiere.
Es de esas chicas que besan la sonrisa de la persona a la que quieren, que con solo verlo sonreír ella sonríe aunque en realidad se ahogue por dentro.
Siempre hay una chica a su alrededor más guapa, más sonriente, más feliz, más inteligente y a la que la gente suele preferir más que a ella.
Es una chica que se entristece al ver el vaso medio vacío, cuando en realidad le gustaría ser de las chicas que no se paran a observar un estúpido vaso.
Es de esas chicas que de tanto en tanto lloran. No sabe por qué, y si lo sabe no lo cuenta. Para qué molestar a la gente con pensamientos sin importancia. Con las pesadillas que rondan su cabeza mientras anda despierta. No las sabe parar. Le gustaría golpearse la cabeza y perder el conocimiento solo para poder parar las pesadillas.
No entiende qué sentido tiene la vida si vas a reír una vez por cada diez que llores.
Es una chica que no sabe que hacer para darse a entender. Es esa chica que se siente sola.
Pero bueno, mírala. Ahora está feliz.
Esta sonriendo. Justo en este momento. Que chica más extraña.