domingo, 4 de mayo de 2014

Huir

Impotencia. Frustración. Saber que no puedes hacer nada por remediar eso que tanto te preocupa o te molesta. Odio. 
Y cuando ya no puedes más, sabes que tienes que hacerlo. 
Escribes un mensaje en el que explicas el por qué, y te despides. Tienes lágrimas en los ojos. Pero tienes que hacerlo. 
Coges tu mochila, esa que más quieres, esa con tantos años y tantos recuerdos. 
Metes lo absolutamente indispensable y necesario. Tu perfume favorito, tu sudadera más grande, tus ahorros de una vida, tu libro preferido. 
Te vistes corriendo sin dejar de llorar. Abres la puerta y sales corriendo. 
Atraviesas todas las calles, todos los descampados, las plazuelas, y sigues las carreteras. Pasas corriendo delante de todas las tiendas, la gente y el alboroto del que alguna vez te sentiste parte. 
Sigues corriendo y allí ves esa carretera sin investigar. Esa carretera abandonada, destrozada, metida en un bosque. Empiezas a caminar. Miras atrás, pero aunque duela, sigues. 
El teléfono suena pero tu no lo coges. 
Sigues caminando, una hora, dos. 
En frente hay una persona. 
Continúas. 
Le observas... y con lágrimas en los ojos corres a abrazarle. 
'No vas a conseguir llevarme de vuelta. No quiero volver más. Me voy.' 
'No vengo para hacerte volver. Vengo para huir contigo.' 


Y entonces, despiertas. Una vez más, no consigues huir de esta mierda.

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