Impotencia. Frustración. Saber que no puedes hacer nada por remediar eso que tanto te preocupa o te molesta.
Odio.
Y cuando ya no puedes más, sabes que tienes que hacerlo.
Escribes un mensaje en el que explicas el por qué, y te despides.
Tienes lágrimas en los ojos. Pero tienes que hacerlo.
Coges tu mochila, esa que más quieres, esa con tantos años y tantos recuerdos.
Metes lo absolutamente indispensable y necesario.
Tu perfume favorito, tu sudadera más grande, tus ahorros de una vida, tu libro preferido.
Te vistes corriendo sin dejar de llorar.
Abres la puerta y sales corriendo.
Atraviesas todas las calles, todos los descampados, las plazuelas, y sigues las carreteras.
Pasas corriendo delante de todas las tiendas, la gente y el alboroto del que alguna vez te sentiste parte.
Sigues corriendo y allí ves esa carretera sin investigar. Esa carretera abandonada, destrozada, metida en un bosque.
Empiezas a caminar. Miras atrás, pero aunque duela, sigues.
El teléfono suena pero tu no lo coges.
Sigues caminando, una hora, dos.
En frente hay una persona.
Continúas.
Le observas... y con lágrimas en los ojos corres a abrazarle.
'No vas a conseguir llevarme de vuelta. No quiero volver más. Me voy.'
'No vengo para hacerte volver. Vengo para huir contigo.'
Y entonces, despiertas. Una vez más, no consigues huir de esta mierda.
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