martes, 28 de marzo de 2017



Dicen que los sinsabores del tiempo te dejan adormilado.
A veces nuestros ojos intentan deshacernos del peso del dolor y hacer todo más ameno.
Dolor líquido corre por mis mejillas, y lo que un día fue por claveles, hoy lo es por tulipanes.
En qué momento me quedé sola con tu reflejo.
Sabía que dejaría de existir tarde o temprano, pero me acurruqué en su pecho y no sé, perdón, no pedí permiso.
Sin embargo, fue como tumbarse en arena caliente. Me acogió como a una nueva persona, una a la que le gusta juguetear y hacer castillos de arena.
Y cuando mi corazón dio el latido del placer en tus labios, vi a un viejo amigo aparecer tras la ventana del mar.
El cariño, se llamaba. Y yo hacía tiempo que no quería nada con él.
Miré mi tulipán y éste no me obligó a quedarme.
Solo necesitaba alguien que me ayudase a enfrentarle, sin miedo,
pero tu reflejo actuó como lo que es, un reflejo. Sin responsabilidades.

Tal vez tu persona nunca me hubiera acogido en su calor.
Y ahora, cada vez que te veo recuerdo mis latidos y solo entonces me siento viva, pero era un todo un sueño, ¿o no?