jueves, 27 de julio de 2017

Recuerdo

Asomaron como miles de luces, un mar de asombro y emoción, todos mirando al cielo, todos intentando mirar más allá.
Había un globo grande y relleno de nada, de sueños y música, y la bailarina jugaba a ser golondrina.
La música llenaba todo, tanto que las risas apenas llegaban a escucharse, pero yo podía verlo todo.
Desde allí arriba, todo era el doble de grande. Desde allí arriba, sentí que por un momento podría haber sido la estrella más bonita, y la golondrina que mejor bailaba.
Pude ver sonrisas de colores y de luces pintadas en los rostros y pude tocar el aire que llenaba nuestros pulmones.
Éramos una persona. 
"¿Es que no confías en mi?"
"No mucho"
Y mi corazón se rellenó de su risa.
Y mis manos acariciaron su rostro, y agarraron su chaqueta con el fin de no caer al inframundo.
Tan arriba, la noche era mía entera y todo gracias a aquel hombre, que me sostenía en sus hombros y corría y reía mientras yo intentaba recordar momentos más felices.
Mientras me concentraba en no pensar qué sería de mí cuando desapareciese.
La noche era negra y con luces, y las personas andaban de un lado a otro, y reían y bebían, y saltaban y admiraban, mientras yo me sentaba en sus hombros a admirarle.
Siempre le echaré de menos.

miércoles, 26 de abril de 2017

No pasa nada, en serio

Nunca entendió como pasó.
Se sentó en la roca del acantilado y abrió el libro por la página cincuenta y tres.
Sin embargo el mar de letras no consiguió distraerla de sus estrellas (fugaces). Un naufragio tenía lugar en la línea veintiséis y un gran hueco se abrió entre las páginas.
Intentó frenarlo, barriendo las palabras hacia ella e intentando buscar el orden que habían perdido pero no supo cómo, las palabras formaron un "¿Y qué pasa si le quiero?".

No.
El libro no trata de eso.
Trata de alienígenas, que van y vienen, que huyen, se esconden, de nosotros y lloran de miedo. 
No tiene sentido.

Saltó de página, a pesar de que el lazo que unía aquella historia se había roto en el momento de hundirse el barco entre las páginas. Estaba perdida. Y sola. Ante sus pensamientos.

Leyó palabras sueltas.
Nave.
Casco.
Morado.
Amor.
N701.
Oeste.
Hijo.

Una sonrisa apareció delante de ella.
Se congeló el tiempo. Y el libro resbaló entre las manos y cayó a la tierra. 
Salió corriendo y aterrizó a su lado.

¿Cuándo había ocurrido? ¿Cuándo aquella persona se había metido en su cabeza? ¿Por qué la sonreía?
Lo peor eran sus ojos.
Brillaban oscuros y sonreían incluso más que la propia sonrisa. Calaban como un cubo de agua fría en verano.
Sorprende, te congela, te deja sin respiración, te da risa y después te sientes tan cómoda.
Tan cómoda...
Entre sus brazos encontré mi descanso tras no dormir en un año. 
Y sus labios, eran la perfecta mezcla entre novedad y casa.

Sin embargo, soñar con su sonrisa era lo único que hacía. Imaginar palabras susurradas al oído, era su canción antes de dormir. Recordar sus caricias, su más preciado castigo.

¿Cuándo ocurrió esto? Nadie sabe.

Pero tenía que huir. ¿Verdad que sí? Cada uno ama a su manera. Cada uno ama cuando tiene tiempo. Y ella no podía permitirse amar, siendo tan débil.

Cerró las puertas con llave y bajó las persianas. Recogió el libro del suelo y comprobó que el naufragio se había dado en lo más profundo de su mente y que su libro seguía intacto.

Olvida.
Respira.
Levántate del sueño, digo, suelo.
Sigue adelante.

martes, 28 de marzo de 2017



Dicen que los sinsabores del tiempo te dejan adormilado.
A veces nuestros ojos intentan deshacernos del peso del dolor y hacer todo más ameno.
Dolor líquido corre por mis mejillas, y lo que un día fue por claveles, hoy lo es por tulipanes.
En qué momento me quedé sola con tu reflejo.
Sabía que dejaría de existir tarde o temprano, pero me acurruqué en su pecho y no sé, perdón, no pedí permiso.
Sin embargo, fue como tumbarse en arena caliente. Me acogió como a una nueva persona, una a la que le gusta juguetear y hacer castillos de arena.
Y cuando mi corazón dio el latido del placer en tus labios, vi a un viejo amigo aparecer tras la ventana del mar.
El cariño, se llamaba. Y yo hacía tiempo que no quería nada con él.
Miré mi tulipán y éste no me obligó a quedarme.
Solo necesitaba alguien que me ayudase a enfrentarle, sin miedo,
pero tu reflejo actuó como lo que es, un reflejo. Sin responsabilidades.

Tal vez tu persona nunca me hubiera acogido en su calor.
Y ahora, cada vez que te veo recuerdo mis latidos y solo entonces me siento viva, pero era un todo un sueño, ¿o no?