domingo, 22 de noviembre de 2015

Surcos

Hoy, lloro lágrimas de impotencia.
Dícese de las lágrimas 
que no vienen a cuento, 
que no tienen causa primera,
ni segunda, 
pero tal vez
tercera y cuarta.
Lloro lágrimas contenidas durante tanto tiempo,
que están marchitas, y cuando salen,
son tan ácidas que rasgan la piel
por donde pasan;
como si fueran 
mis mejillas,
hojas de papel.
Tengo miedo de hablar mucho de la luna
y nunca poder verla.
Tengo miedo
de hablar demasiado,
y vivir poco lo que hablé.
Tengo miedo de haberte dado la mano,
demasiado fuerte,
demasiado al principio,
y que ahora estés cansado
de moratones que dicen querer.
Lo siento, yo siempre he querido darte mis mejores
sinfonías y canciones,
pero se que por competir,
compito con canciones mucho mejores.
Lo siento, por quererte tanto, 
y no dejarte tal vez descubrir cosas mucho mejores
que una chica con lágrimas ácidas.
Y lo siento, una vez más,
por querer soltarte,
abrirte las alas,
que quién sabe, tal vez fui yo,
quién las cortó.
Lo siento, si te tengo para mí,
cuando podrías
vivir momentos mejores.
Lloro hoy, lágrimas de impotencia, 
y escribo,
escribo rápido, y escribo sin ver.
Lágrimas entre beso y beso,
y sonrisa y sonrisa.
No quiero perder todo lo que poco a poco,
he ido haciendo mío, y 
a la vez,
me siento egoísta. 
Tal vez haya descubierto
que el amor funciona con sus propias leyes,
y si no te gustan, no las juegues.
No quiero volverme ludópata de un juego
en el que siempre gana otro, Dios sabrá quién,
pero nunca los apostantes.
Y por eso, mientras aprieto
tu cuerpo contra el mío lloro,
temiendo tener que dejarlo
algún día.

domingo, 1 de noviembre de 2015

;;

Y qué,
si sigue lloviendo.
Y qué,
si el río sigue corriendo.
Empecé a contar margaritas, y me gustó.
Y ahora no quiero parar. No puedo parar.
Aprendí a andar bajo techo y que la lluvia solo pareciese un reflejo,
que podía ver, y mojar,
pero a otros,
y no a mi.
Quise hacer de mi bosque mi vida, pero los árboles querían seguir siendo de nadie.
Quiero a tanta gente, y a la vez tan poca,
que no tengo corazón,
donde meterles,
y opto por tener una caja,
de cartón, que cuando se moja, ya no sirve.
A veces, me encantaría saltar y saltar de un precipicio, y sentir el vacío y reírme.
A veces, siento que siempre caigo, 
y que nunca,
nunca,
pararé.
Y en esos momentos, aunque se que llegaré,
en algún momento,
a tierra firme,
no puedo evitar gritar.
Y llorar.
Me apetece, vestirme de blanco,
y visitar sitios donde nadie sepa,
mi historia,
mis deseos, 
lo que pienso,
para así poder estar sola, de una vez,
y no solo sentirlo.
Y a la vez,
quiero que ella camine a mi lado, siempre. Porque siempre está.
Me aficioné a coger margaritas,
sin saber,
que algún día,
se acabarían.