domingo, 1 de noviembre de 2015

;;

Y qué,
si sigue lloviendo.
Y qué,
si el río sigue corriendo.
Empecé a contar margaritas, y me gustó.
Y ahora no quiero parar. No puedo parar.
Aprendí a andar bajo techo y que la lluvia solo pareciese un reflejo,
que podía ver, y mojar,
pero a otros,
y no a mi.
Quise hacer de mi bosque mi vida, pero los árboles querían seguir siendo de nadie.
Quiero a tanta gente, y a la vez tan poca,
que no tengo corazón,
donde meterles,
y opto por tener una caja,
de cartón, que cuando se moja, ya no sirve.
A veces, me encantaría saltar y saltar de un precipicio, y sentir el vacío y reírme.
A veces, siento que siempre caigo, 
y que nunca,
nunca,
pararé.
Y en esos momentos, aunque se que llegaré,
en algún momento,
a tierra firme,
no puedo evitar gritar.
Y llorar.
Me apetece, vestirme de blanco,
y visitar sitios donde nadie sepa,
mi historia,
mis deseos, 
lo que pienso,
para así poder estar sola, de una vez,
y no solo sentirlo.
Y a la vez,
quiero que ella camine a mi lado, siempre. Porque siempre está.
Me aficioné a coger margaritas,
sin saber,
que algún día,
se acabarían.

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