sábado, 12 de julio de 2014

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Llegó y se sentó en aquel viejo banco de madera podrida. 
El color era un marrón pobre, descolorido por el efecto del sol, la lluvia, las heladas del invierno y tal vez las calurosas tardes de verano. Olía a madera mojada, o a humedad, como la gente diría. 
Estaba quebrado en algunas partes, dejando grandes y pequeñas astillas sueltas, y de entre los huecos salía una especie de musgo fino, y verde.
Aquel banco estaba escondido de una manera en la cual quién estaba sentado en él, lo veía todo sin ser visto.
Era, por así decirlo, ese mirador del parque. Estaba marginado, metido en medio de un bosque de acacias, robles y sauces antiguos, sepultado entre sus ramas y grandes hojas. Las ortigas y las zarzas se amontonaban justo un metro por delante de él.
Parecía como el típico niño escondiéndose el día en que había que ponerse vacunas en el colegio, por miedo a las agujas.
Mientras todos los bancos habían sido renovados y pintados, colocados delicadamente en cada zona de jardín más cuidado; él había permanecido en aquel rincón salvaje del parque que nadie parecía ver, ni advertir que estaba allí.
Y por eso, era su favorito.
Se sentó y observó por los huecos entre las zarzas y ortigas la vida en el parque. Vio familias con niños pequeños, paseando y jugando en los columpios. Los padres, sentados en los bancos, bebiendo y riendo, contándose unos a otros las anécdotas que habían vivido esa mañana en el trabajo; mientras, los niños hacían carreras para ver quién se balanceaba más alto, y llamando a gritos a esos padres para que viesen lo alto que llegaban, ese gran logro del que se enorgullecían; sin que estos les dirigiesen una mísera mirada.
Vio parejas, tiradas en el césped, besándose y jurándose la eternidad el uno al otro. Ingenuos.
Vio personas con tres o cuatro perros, jugando a lanzar la pelota, y peleando con otros perros.
Vio a gente solitaria que únicamente estaba de paso. Siempre es mejor cruzar la ciudad por el parque, que no al lado de la carretera.
Y también, vio a grupos de adolescentes, tirados por el césped, hablando, fumando, riendo. 
Parecía fácil, llegar y sentarse a su lado, ponerse a hablar, y encajar.
Pero bien sabía que no lo era. Si no, no estaría espiando sola, desde aquel banco escondido. 
¿Era posible no conocerse a uno mismo? Ella no se conocía. ¿Qué la gustaba? Absolutamente todo, o absolutamente nada.
Tampoco sentía que nadie se preocupase por descubrirlo con ella. A lo mejor no existía.
"Porque, si no hay nadie en el mundo a quién le importes, ¿realmente existes?".

sábado, 5 de julio de 2014

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Días de felicidad, 
días de humor,
días de risas, 
días de conformidad, 
días de tristeza, 
días de llantos, 
días de lágrimas, de sollozos, 
días de gritos, 
días de vida, 
días de muerte, 
días de suicidio, 
días de recuerdos, 
días de oscuridad, 
días de luz, 
días de mentiras, 
días de disculpas, 
días de perdones, 
días de sonrisas, 
                                    
              días de amor.