domingo, 24 de enero de 2016

Beso de añoranza

—Existe.
—¿Qué?
—Un beso de añoranza.
—No lo dudaba.
—Son besos vacíos. Besos vacíos que lloran porque quisieran ser algo. Besos que se desean, pero que por alguna razón, saben a nada.
—A mí me saben a cielo.
—El cielo está sobrevalorado.
Él se acercó, haciéndola retroceder, e inevitablemente chocar contra la pared.
—No pienso como tú.
—Son besos que acostumbraban a ser de amor —continuó ella—, y se quedaron en cariño. Son besos que se necesitan, ¿sabes? Pero a la vez sienten que quisieran volar, y no estar tanto tiempo en tierra.
—¿Volar?
—Como solían hacerlo.
Ella se apartó cuidadosamente y caminó por la habitación, dándole la espalda.
—Son besos fríos, pero si no se juntan se congelan, y mueren.
—No te entiendo.
—A lo mejor no quieres entenderme.
Él caminó despacio, hasta volver a colocarse frente a ella.
—También existe.
—¿Qué?
—Un beso de amor.
—Algún día existieron.
—Se desean. Mutuamente. Y juegan juntos. Son besos llenos de confianza, de amor, de amistad. Son besos que dan sin pensar en recibir. Son besos tiernos, y cada beso es pensado. 

Una lágrima brotó de los inocentes ojos de ella, sin embargo, mantuvo la mirada fija en algún punto en el horizonte, negándose a mirarle a los ojos.

—Son besos que sonríen, ellos no tienen frío. No se necesitan para poder sobrevivir, pero son más felices cuando están juntos —continuó él diciendo, mientras sujetaba la cara de la chica en la palma de su mano.
Se acercó, y posó sus labios en los de ella.
Y ella, por fin, sintió que sus besos no estaban vacíos. Descubrió lo que era un beso de amor. Sabían dulces, casi a cielo.
Se puso de puntillas, y presionó sus labios más fuerte contra los del chico para absorber todo ese sabor, todo su calor.
Él colocó la mano detrás de su cintura, y presionó aquel frágil cuerpo contra el suyo fuerte.
Con un leve gemido, ella pasó las manos entre el cabello de color carbón del chico.
Y él, no pudo evitar sonreír.
Y ella, sintió que se alejaba del suelo, después de tanto tiempo.

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